Un artista isleño celebra una boda en pleno confinamiento
Jordi Landero
Como refleja El Matrimonio Arnolfini (1434), una de las obras más conocidas del pintor flamenco Jan Van Eyck, en el siglo XV las bodas se celebraban sin testigos ni sacerdotes. Eran los propios novios quienes realizaban el rito o la ceremonia. Hasta el concilio de Trento, que tuvo lugar 100 años después de pintarse el cuadro, la iglesia no impondría la presencia de un sacerdote y dos testigos en los esponsales. Pero incluso entonces la ceremonia no tenía lugar en el interior de una iglesia y se oficiaba, como mucho, a las puertas de las mismas, siendo el retrato la máxima acreditación del enlace, aunque en el caso del famoso cuadro de Jan Van Eyck, en el espejo del fondo se aprecian claramente dos testigos.
Cinco siglos después, y en pleno encierro domiciliario por la pandemia mundial del coronavirus, el artista visual de Isla Cristina Miguel Ángel Concepción, se ha inspirado en la conocida obra del pintor flamenco para recrear con una performance en su propia casa, junto a su pareja Rocío López Zarandieta, un original enlace matrimonial al que, a través del “espejo de internet”, han asistido como testigos medio centenar de amigos de la pareja.
Según ha indicado Miguel Ángel Concepción, la de El Matrimonio Arnolfini nos parece una boda “confinada”, donde solo aparecen los novios y a través del espejo los testigos. En este sentido nosotros, como “artistas confinados, como casi todo el mundo estos días, decidimos emular esta maravillosa obra y casarnos en pleno confinamiento y en nuestra propia casa, convirtiendo internet en un espejo gigantesco donde se reflejarían los testigos y el resto de invitados”.
Una vez concebida la idea la anunciaron en su cuenta de Facebook, invitando al mismo tiempo a la boda a todo el que quisiera participar, “eso sí, de forma telemática y desde sus casas”. Para ello, prosigue, “tendrían que vestir para la ocasión, maquillarse o hacer lo que quisieran, y enviarnos una fotografía”. Además de hacer algo de arte, señala el artista isleño, el principal objetivo era “pasar un rato agradable y divertido entre muchos amigos, cada uno desde su propio confinamiento y de forma absolutamente virtual”.Para el enlace los novios usaron como traje dos monos blancos o Equipos de Protección Individual (EPI) que “casualmente teníamos en casa, uno que nos trajimos de ARCO Madrid 2020 y otro que guardábamos desde hace tiempo”. A ello añadieron guantes de goma y mascarilla, “todo en consonancia con los actuales tiempos de la Covid-19”. Para el ramo utilizaron las flores de su propio jardín, especialmente margaritas, “que es la flor favorita de Rocío”, y flores silvestres de color amarillo.
Como testigos recurrimos a Pierre Jean y Romuald, dos conocidos artistas internacionales de Lyon, ya que “en este espejo que es internet no hay fronteras y queríamos darle al evento un gran carácter transnacional frente al actual cierre de fronteras”. Los padrinos del enlace fueron los isleños Pepa Romero y Antonio Mckuin, con los que “nos une una larga amistad. Y como dama de honor “nuestra querida amiga Eva Dolores Rosa, siempre alegre y divertida”. Para las fotos de la boda “no podíamos tener mejor fotógrafa, nuestra hija Olga Marina, que también se entusiasmó con estas originales nupcias de sus propios padres, la cual nos miraba con cara de extrañeza y pensando: estos están como una cabra y mis padres son la caña, entre otras reflexiones”.
La boda fue el pasado día 3 de abril, un día “soleado y con mucha luz” ya que para el artista era muy importante que el reportaje de la boda fuese “luminoso y colorista”, y que “la ventana que íbamos a crear fuese fresca y abierta. Nada mejor para estos duros días de encierro”.
Nada más iniciarse la ceremonia, explica Miguel Ángel Concepción, “comenzaron a llegar las primeras fotos, procedentes de todo el mundo, todos nuestros amigos brindando con nosotros y vestidos para la ocasión. Y es que nuestro deseo también pasaba por activarlos, retarlos a vestirse bien y que se divirtiesen”. Al día siguiente el artista editó todas las fotografías, “creando un diseño entre hortera –como tienen que ser las bodas– y divertido, con algo de saturación en el color –como las postales de la década de los 70 del siglo pasado–, y muy bucólico”.Con ese diseño, prosigue el artista, “dimos coherencia a todas las fotos, tanto a las nuestras como a las de los invitados. Y así pudimos celebrar una boda virtual, telemática y con más de 50 invitados por el gigantesco espejo que es internet –concluye- donde lo más importante fue pasar un día divertido teniendo en cuenta las actuales circunstancias”.
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