El Castilleja recibía en el Antonio Almendro al Isla Cristina con la obligación de convertir el partido en tres puntos que permitiesen mirar con un poco más de tranquilidad a las jornadas venideras.
No se había cumplido el primer minuto de partido, cuando Fran Palma hizo el 0-1. Pintaba bien la cosa. Poco después Quini tuvo el 0-2 en sus botas, solo ante el portero lo supera por alto pero el balón se fue rozando el palo, una lástima porque el gol se cantaba entre los aficionados isleños.
El equipo local solo creaba peligro a balón parado y fue así, minuto 30, como logran hacer el empate al cabecear a gol tras el saque de una falta. A partir de ese momento, de forma infantil, entramos en una guerra con las decisiones arbitrales que no nos interesaba y que nos saca del partido.
Es cierto que el árbitro no estaba bien, no en decisiones importantes pero sí en la aplicación del criterio para las faltas y tarjetas. No debe ser excusa en ningún caso, estas circunstancias son parte del fútbol y hay que saber estar por encima de ellas. Cuando parecía que nos iríamos a vestuarios con el empate y poder refrescar las ideas, en otro saque de falta, tras varios rechaces, el balón da en el larguero y bota dentro. Era el 2-1 y acababa la primera mitad, cruel.
Al poco de comenzar la segunda mitad llega el tercero, otra vez un cabezazo dentro del área tras botar una nueva falta el rival. Los tres goles en remates de faltas.
Con poco ya que perder y mucho que ganar, llegaron las sustituciones y adelantamos líneas en busca de reducir distancias con el consiguiente riesgo de que el equipo local nos pillara en alguna contra, que a punto estuvo de ocurrir en un par de ocasiones en lo que hubiera sido un excesivo 4-1.
En el tramo final llegó el 3-2 obra de Carlos Vizcaíno al transformar un claro penalti, quedaban 6’ más la prolongación y aunque se intentó de todas las maneras el marcador ya no se movió.
Con tan solo 5 puntos en el casillero volvemos a ocupar la última posición, aunque a tan solo tres puntos de los puestos de salvación. No es plato de buen gusto pero es la realidad y tenemos que asumirla.
