30 abril 2024

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Paco Calero, toda una vida entorno a la Virgen del Rocío

Paco Calero, toda una vida entorno a la Virgen del Rocío

Francisco Moreno, junto a una gran imagen de la Virgen de su restauranteEn Isla Cristina existen cientos de devotos a la Virgen del Rocío que demuestran, todo el año, su amor por una advocación que se ha convertido, para muchos, en el centro neurálgico de sus vidas

Poco falta ya para la siguiente romería en honor a la Virgen del Rocío. Las más de 100 hermandades filiales están con los preparativos desde hace semanas, meses. Algunas, según su importancia, longevidad y número de hermanos, no cesan sus actividades cuando acaba el multitudinario encuentro anual, sino que todo el año programan eventos, religiosos y lúdicos, con el fin de mantener viva una pasión que engancha desde la infancia y se amplifica con el uso de la razón.

Paco Moreno junto a la carreta de plataLa Ilustre Hermandad del Rocío de Isla Cristina es una de éstas. Nacida en 1973, la número cuarenta y cinco de las filiares rocieras, se erigió como tal en la Parroquia de Ntra. Sra. del Mar y amadrinada por la Real e Ilustre Hdad. de Huelva. Y aunque desde finales del XIX y principios del XX, isleños ya caminaban hacia El Rocío, no fue hasta 1989 cuando lo hicieron juntos, bajo la protección de la hermandad isleña. Este primer camino, casi a modo de prueba, se realizó entre Almonte y su aldea, y al siguiente (1990), el primero desde Isla Cristina, el de los 120 kilómetros en dos días, toda una hazaña que, aún hoy día, muchos no se explican, cuando unos 150 se echaron a la carretera con más fe que medios.

El primer Hermano Mayor de la joven hermandad fue Luís Alonso Gómez (1974), Antonio Fernández Gil su Presidente y Francisco Moreno, “El Madrileño”, el Alcalde de Carretas. A medida que transcurría los años, la institución crecía en hermanos, en solera y respeto, además de en días de camino. De los dos iniciales subieron a tres, y así hasta la actualidad, cuatro días, partiendo el lunes y llegando el jueves.

Padre e hijo durante uno de los caminos al RocíoJunto a Francisco Moreno Pérez también hacía camino su hijo Paco Calero, quien ya sabía de esta dureza porque, desde muy niño, caminaba con su pueblo natal, Villalba del Alcor, de donde es la familia. Desde aquel, su primer camino con Isla Cristina (1991), segundo para la localidad, ha llovido mucho, un cuarto de siglo peregrinando para verla, sin faltar un solo año. En estos 25, entre camino y camino, se echó novia, se casó en El Rocío, como no podía ser de otra forma, y han tenido dos hijos, que, por supuesto, también son rocieros. En lo profesional se quedó con la gerencia del restaurante que regentó su padre toda la vida, en el muelle pesquero y, junto al trabajo, familia y la Virgen del Rocío, complementa su vida.

Paco recuerda esos primeros caminos, “unas pocas carretas o remolques, tirados por todoterrenos, colchones en el suelo o tiendas de campaña, no como ahora que vamos en caravanas con comodidades”. La carreta de plata era tirada por dos mulos y unos pocos caballos, muy pocos, la acompañaban. No había tiempo casi ni para comer. Así hizo muchos caminos, hasta que, como a su padre, le llegó el momento de responsabilidad y fue elegido Alcalde de Carretas, cargo que ocupó durante dieciséis años seguidos.

“Es mucha responsabilidad”, recuerda Calero, “cuidar de unos 500 peregrinos” que tienen que llegar sanos y salvos. “Yo aprendí de mi padre, y de otro gran alcalde de carretas, José Manuel Ramos, de quien fui su segundo, al igual que los que vinieron después, supongo que habrán aprendido de mí, yo por lo menos les enseñé todo lo que sabía”. Y es que esto no se aprende en ningún colegio, ni libro, te lo enseña la tradición y los errores. Paco “rompió” más de un caballo propio yendo y viniendo de la cabeza a la cola de la caravana, “ni habían walkies, ni móviles”.

Y aunque el medio millar de rocieros, con su medio centenar de vehículos, son importantes, para un Alcalde de Carretas hay un objetivo primordial: que el Simpecado llegue sin contratiempos, ni demoras. Paco ha soñado hasta con los horarios, era una de sus obsesiones, “porque no dependes solo de ti, tienes unas horas de salida y entrada en camino, programados por la Hermandad Matriz, Guardia Civil y las otras hermandades que van delante o detrás tuya, esas cosas hay que respetarlas. Según el tiempo que llevábamos, le metía más o menos prisas al carretero”.

Para Paco Calero hay dos momentos que destacan sobre los demás. Uno bueno y otro malo. En el segundo de los casos, varios. Desde enfermedades a mitad de camino, lesiones de caballos ajenos y propios, accidentes con tractores, pero si uno destaca por encima de todos fue cuando se rompió la arandela de una de las ruedas de la carreta y “entre Pepe Rabasa y Rafa Medero, fabricaron una con dos herraduras que yo les dí y que, por cierto, aún conservo en el bar, pudimos llegar sin mas novedad”.

Y como buen momento, e histórico, uno que paradójicamente procedía de una tragedia, la del hundimiento del Islamar III y el fallecimiento de 26 marineros. Ese año, la Virgen volvía a Almonte, como cada siete. Cubierta para evitar daños, los almonteños la portan por el camino de Los Llanos, junto a la Hermandad de Madrid, pero justo ahí, sin saber cómo, ni orden, la Virgen gira y se dirige hacia la fachada de la hermandad isleña, como gesto inequívoco de consuelo hacia Isla Cristina en uno de sus peores momentos vividos. Paco tenía diecisiete años y lo vivió, como todos, de forma especial e imborrable, “tenemos el triste honor de ser la única hermandad por la que la Virgen cambió su recorrido”. Ni antes, ni después, ha vuelto a ocurrir.

La vida de Paco Calero ha girado y sigue girando entorno a la Virgen del Rocío, lo tiene claro y reconoce, “me he criado en ese ambiente, mi padre fue un rociero nato, mi madre igual, mi tío Pepín, ahora su hija Isabelita. Hasta mi mujer, en muchas ocasiones, se enfada conmigo porque dice que solo pienso en El Rocío, pero no puedo evitarlo”. Le gusta todo, también divertirse, y los actos litúrgicos, el rosario, la misa, la presentación, el ratito con los amigos y, por supuesto, la salida de su Virgen del Rocío “y mientras las fuerzas me acompañen y los mulos tiren de mi carro, ahí estaré”.

Dentro de poco las hermandades se echarán a los caminos polvorientos. El olor a tomillo, romero, jara, amapolas y margaritas se mezclarán con el pino y el eucalipto, una salve sonará, antes y después de un cante. El cansancio aumenta exponencialmente, como la ganas de llegar, o no. Más de uno quisiera congelar ese momento, para muchos, junto ver a la Virgen, el más bonito de la romería. Es el Camino.

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