26 abril 2024

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Manuel Carrasco: “De niño, mi máxima aspiración era cantar en el pueblo de al lado”

Manuel Carrasco: “De niño, mi máxima aspiración era cantar en el pueblo de al lado”

Más de 350.000 personas han asistido a los 33 conciertos que Manuel Carrasco (Isla Cristina, Huelva, 1981) ha dado este año por toda la geografía española. Importantes todos ellos, si bien para la posteridad queda el ofrecido el pasado junio ante 55.000 fans en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid.

Porque este recital es el que fue grabado en vivo y ve la luz ahora en CD+DVD bajo el título de ‘La cruz del mapa. Directo Metropolitano de Madrid’ (Universal Music). Con un documental en el que se muestra además cómo fueron los días previos a la cita en el estadio del Atlético de Madrid. Y las horas previas de presión, nervios y ansiedad.

“Es algo que el público no ve, pero es nuestro día a día”, apunta a Europa Press el músico, quien remarca que durante los preparativos “hay una especie de responsabilidad y tensión, con miles de personas trabajando para un único fin” para que todo funcione. “No es solo la parte de uno, sino todo lo que rodea”, apostilla.

Y aún agrega: “Es complicado, pero es el pan de cada día. A mí me gusta estar siempre en todo y ver que todo sale bien. Por eso me angustia mucho y le dedico muchísimo tiempo. Luego me subo y me pongo a cantar, pero intento que esté todo bien atado para que el público tenga lo mejor siempre”.

“Uno lo que quiere es subirse al escenario y dejarse llevar, porque es la mejor manera de conectar con el público”, confiesa, al tiempo que admite que detrás siente “esa montaña rusa” que le “tambalea” cada noche, pero especialmente en el caso de este concierto en concreto, más aún por saber que quería grabado.

Y todavía apostilla: “Los conciertos en estadio tienen una complicación especial. Primero, porque no sueles hacerlos, y segundo, porque hay mucha gente y está todo muy abierto. Y hacer canciones solo con piano o guitarra da vértigo. Tiene una complejidad especial, pero eso lo hace único porque tocar en un lugar tan masivo es bestial”.

Reconoce Manuel en este punto que tanto el recital madrileño como el que ofreció en el Benito Villamarín de Sevilla ante otras 50.000 personas le han “dejado huella”. Y comenta el momento del documental en el que, al término del concierto en el Metropolitano, rompe a llorar: “Se ve porque es la realidad. Todo lo que tenía dentro solo lo sabía yo”. OLÍMPICO DE SEVILLA EN 2020

Aventurero e inconformista, no se queda el onubense en los recuerdos y ya tiene un nuevo gran reto para el 19 de septiembre de 2020 en el Estadio Olímpico de La Cartuja de Sevilla, cuya capacidad total supera las 60.000 personas. “No sabemos si lo llenaremos, son palabras mayores”, lanza sonriente sobre su futuro regreso al recinto donde ya reunió a 45.000 fans en 2016.

Antes de volver a la capital del Guadalquivir, tiene fechas en febrero en América. A saber: Guadalajara (México, 6 de febrero), Ciudad de México (8 de febrero), Monterrey (México, 9 de febrero), Montevideo (Uruguay, 11 de febrero), Buenos Aires (Argentina, 14 de febrero) y Santiago de Chile (15 de febrero).

Para Manuel, cruzar el Atlántico es una “motivación extra” por viajar a lugares tan lejanos. “Aunque luego no sientes esa distancia porque somos todos muy parecidos y estamos muy conectados. Tengo muchas ganas de disfrutar de esa parte, de seguir ampliando público allí. Vamos a hacer lo que mejor sabemos hacer, que en mi caso es el directo”, anticipa.

Bromea entonces con la cantidad de kilómetros que está acumulando en su vida gracias a sus canciones: “De niño, mi máxima aspiración era cantar en el pueblo de al lado. Cuando cogía el cepillo y me ponía a cantar decía eso de ‘buenas noches’ y decía el pueblo de al lado, no decía ni Madrid, eso vino después. Sí que tenía eso dentro, la vocecilla que te empuja a hacer todo lo que haces y poco a poco el público y todo lo que ocurre te va llevando a más”. COMPLICIDAD

Destaca constantemente Manuel la importancia del público, hacia el que siente una gratitud tan evidente como incuantificable. “Noto mucha complicidad con el público, hay algo bonito”, asegura, al tiempo que pone en valor la variedad de las personas que le siguen, “gente muy joven y otra más mayor, cada cual con su historia y con su manera”.

Y tras un instante de reflexión, se sincera: “Yo es que lo flipo, me parece tan bestial… No soy consciente de dónde parte todo. Me volvería loco si fuera consciente, tendría una presión añadida. Pero luego digo ‘madre mía la que se forma’. Y es maravilloso que coincida que lo que uno escribe le llegue a mucha gente. Es magia”. EUROPA PRESS)

 

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