28 marzo 2024

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Las Cosas de Goyo “Los Bares de barrio” (2ª parte)

Las Cosas de Goyo “Los Bares de barrio” (2ª parte)

Tal como predije, he ampliado mis estudios sobre los bares de “TODA LA VIDA (MARCA REGISTRADA” y sigo con los personajes mas comunes que solemos encontrar en ellos.

El borracho: Hay algunos que creen, erróneamente, que la mayoría de habitantes de estos bares son unos alcohólicos. No es así. No, no. Nada de eso. Primero, porque muchas veces como dice la sabiduría general: un alcohólico no es más que un borracho de más de 40 años. Segundo, porque en realidad en estos bares soy hay un borracho que sobresale del resto. Y es el oficial. Va cocido desde primera hora de la mañana y no solo merodea por el bar, sino que también se pasea por los alrededores. Está en continuo peregrinaje hacia la barra y le conoce todo el barrio. Detrás de todo jijí jajá hay un drama familiar, así que camarero, póngale una tónica que a partir de cierto estado ni se va a enterar. Y le hará un favor.

El que entra gritando: En todo grupo humano siempre está el más popular. O el más popu, como dicen los jovenzuelos ay, qué viejo me siento a veces. En el bar el más popu es el que habla a voces y entra como un elefante en una convención de fanáticos del dominó artístico. Todo el mundo sabe que ha llegado a la barra. Parece que vaya a invitar a todo el mundo, pero en realidad le gusta ser protagonista. Muchos terminan mirándole con un poco de vergüenza ajena, como ya retrató perfectamente la primera de Torrente: si no saca la billetera para pagar una ronda, el “aquí ha llegado Torrente” solo sirve para echarse unas risas a su costa.

El que da la brasa al camarero: La barra del bar siempre está ocupada por una persona mínimo. Esa persona está allí bebiendo, muy poco a poco, para tener conversación con el sufrido camarero. En realidad, la cosa es más triste y jodida: como nadie ha pasado una bayeta por la barra desde el año 84, ese señor se apoyó un día para pedir un quinto y se quedó completamente enganchado. Como le daba vergüenza decir algo, se quedó dándole charla al camarero y ya ha visto pasar unos veinte diferentes. El chino que hay ahora no le entiende, pero le ríe la gracia porque paga la cuenta. No se sabe de donde saca el dinero, pero la paga. Ahora está mimetizado con la barra cual sirena en un mascarón de proa. Precioso.

Y esto es todo. Estos personajes se perderán, como lágrimas en la lluvia, pero dejarán paso a nuevos habitantes de bares en cafeterías de pitiminí. Los tiempos cambian.

Goyo Gonzalez. Julio 2.017.

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