19 abril 2024

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Las Cosas de Goyo “Los atracones que nos damos en las Navidades”

Las Cosas de Goyo “Los atracones que nos damos en las Navidades”

indiceEn toda casa que se precie la Navidad provoca no pocas comilonas en las que sale comida hasta de debajo de las piedras. Tú vas comiendo tan tranquilo y de repente ves como llega tu madre con un plato nuevo y no se queda comiendo, no. ¡Se vuelve a la cocina a preparar más cosas! ¡Como si no hubiera suficiente! ¿Pero no era esta una celebración religiosa? ¿No era pecado capital la gula? Aunque la teoría más plausible que pensé mientras iban llegando platos como por arte de magia es que mi madre estaba contratada por algún grupo de caníbales del África central y pretendía cebarnos para sacar mejor precio. Por ahí estaba la cosa.

Para empezar sales de la habitación y lleguéas al comedor, y ¿qué ves? Un platito con queso, otro platito con jamón, otro con varios embutidos, otro con carne mechada y una gran bandeja con ensaladilla rusa. No está mal para ocho personas que van a comer, digamos que sería el preaperitivo. Vas comiendo poco a poco y de repente aparece una gran bandeja más grande que la de la ensaladilla rusa portando gambas a la plancha. Los ojos de los comensales se entrecruzan y se lanzan a por ellas pringando todo. ¡Comed no vayan a terminarse! Cuando parece que van a acabar como si de un efecto de magia digno de Copperfield aparece una mano con un platito con más gambas que saltan a la bandeja gráciles y calentitas ellas. ¡Comedme! Gritan todas al unísono. Es lo que tienen las gambas asadas, que hablan.

Con eso cualquiera estaría lleno, pero en Navidad no. Es como las barbacoas, la gente come por inercia aunque ya no haya hambre. Así pues, aparecen los platitos de chipirones fritos. Nada, un par de platos que junto a las gambas conformarían lo que sería ya el aperitivo. Los platos de chipirones también tenían el don de autoregenerarse en cuanto que se terminaban rellenándose de forma totalmente automática. Debió ser este el milagro de los panes y los chipirones. Pero las madres nunca están conformes con eso, y nos debió ver con cara de hambre. Dicho y hecho, vino con una cazuela repleta de mejillones y almejas a la marinera, lo llamado post-aperitivo para que acabáramos de abrir boca.

Sí, porque después del pre-aperitivo, aperitivo y post-aperitivo venía el primer plato. Nada, una comida ligerita para pasar lo que resta del día de la Navidad como personas normales y no como gorrinos cebados. Pero en fin, trajo canelones. Con su bechamel y sus cositas ligeritas para nuestros estómagos vacíos. Por si había hambre había segundo plato, pollo con escamarlanes. Todo el mundo saltó a por ese segundo plato hambrientos todos después de un aperitivo tan corto y suave. Hay veces que la abundancia de comida puede ser una tortura de lo más sádica.

Pero esto no termina aquí, ya que una comida de Navidad siempre ha de tener postre. No sé, un sorbete de limón o algo así suave… Pues no. Un pijama. Dices, ¡ostia! ¿Tanta hambre tenían en esa casa que frieron sus trajes de dormir? ¡No! Ni eso ni los albornoces, el pijama es un postre llamado así por alguna razón que no sé cual es. Pones piña y melocotón en almíbar, flan con nata por encima y helado de sabores y te sale un pijama. Si lo llegan a saber las costureras… Este postre es de lo más ligerito y ayuda mucho a acabar de digerir lo consumido anteriormente. Pero por si había un huequecito en alguna zona de nuestro estómago o del esófago ya puestos. En el último reducto de la garganta quedaba un espacio para un último bombón o trozo de turrón ya que aparecía una nueva bandeja con postres y frutos secos variados. ¡Nunca creí que en casa existieran tantas bandejas!

¿No se podría espaciar un poco este tipo de manjares para poder disfrutarlos más y no verlos pasar por encima de la mesa dejándolos pasar porque no entra un trozo más ni con calzador?

Qué desastre. Y ahora, a cuidar el estómago.

Goyo Gonzalez. Diciembre 2.016

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