Se acerca fin de año y todos estaremos esperándolo con gran expectación. Con las uvas en el plato, a poder ser ya peladas y deshuesadas, nos prepararemos a comernos las 12 uvas y cantar al unísono: “¡Por el culo te la hinco!” al pobre Ramón García y su capa si es que lo contratan también este año.
Porque a partir de ese momento viene lo mejor. Es el momento álgido, el tomar las uvas. Mientras te tomas las uvas siempre hay el típico gracioso que se pone a gritar: “¡Diecinueve! ¡Siete! ¡Cuarenta!” para descontar a la gente con las campanas. Pero realmente poco para descontar hay, tu vas comiendo una a una mientras suenan las campanas y cuando se acaben las 12 se acabaron, no tienes que hacer mucho esfuerzo mental.
Luego está también el gracioso, que muy probablemente sea la misma persona, que mientras come alguna uva grita: “¡La abuela se está atragantando!”. Una de dos, si es mentira te atragantas tú riéndote. Si es verdad se arma una buena y nadie se come las uvas tranquilos esa noche. Y no hay que tentar a la suerte, que luego dura todo el año…
Pero bueno, después de las uvas todo el mundo se abraza y se felicita el año nuevo; a la que salta alguien y dice: “¡Esperad,esperad! ¡El primer anuncio del año!“ Y todo el mundo a mirarlo. Y otro que salta: “Tengo ganas de mear, ¡la primera meada del año!” Y todo el mundo a mirarl… bueno, eso no.
Cuando ya todo el mundo se ha felicitado y todo, la gente se empieza a acicalar para salir, es la noche que sale todo el mundo. Y no sale el gato porque le entra frío que sino también salía. La gente empieza a pasarse con el alcohol y empieza la única noche del año en la que estar borracho no está mal visto, es más, si es fin de año y vas sereno te crucifican de por vida. Pero la noche de fin de año en la calle da para otro escrito para mañana…
Goyo Gonzalez. Diciembre 2.016
