25 abril 2024

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Las Cosas de Goyo “El acto de roncar”

Las Cosas de Goyo “El acto de roncar”

Roncamos de tal forma que a veces nos despertamos a nosotros mismo

¡Bienvenidos y feliz año nuevo! Sí, estamos a mediados de Enero, pero como aún no os había saludado desde que empezó el año os doy mis buenos deseos ahora. ¿Cuándo hay que terminar de felicitar el año? No se sabe. Si no nos hemos visto en Junio, ¿os pudo seguir felicitando? Es un misterio, ¡pero no hay que poner límite a las buenos deseos! Si se celebrara el nuevo año con un “hijoputa que te den” entonces sí que pondríamos límite. Mira, solo se dice en año nuevo y ya. Pero al caso, que me desvío. Tantos días sin hablaros… Hoy os quiero hablar del hecho de roncar.

Hay dos etapas en la pareja en las que dormir con ella puede hacerse imposible. La primera es bella, hermosa y llena de magia. Bueno, y de marranadas. Es decir, fornicio a todas horas. Te despiertan a media noche con un ligero cosquilleo que te eleva al séptimo cielo. La segunda es con la llegada de los años: ya no te despiertan ahogándose en tu sexo; sino en sus propias amígdalas. Dejando tras de sí un ruido ensordecedor que hace que te despiertes buscando el elefante del zoo que se ha perdido. “¡Deténganlo! ¡Lancen dardos tranquilizantes!” Y reza para que tu pareja no los tenga en casa o de esta termináis en el hospital.

La verdad es que es jodido no sólo para el que sufre el sonido, sino para el que se ahoga constantemente en su papada. A veces los ronquidos pueden ser tan fuertes que te despiertas a ti mismo. Es muy gracioso en ese caso cuando alguien ronca mientras se queda dormido en un lugar público como por ejemplo un tren. Yo por eso rara vez me dormía. Hay dos motivos por los que debes tener miedo a dormirte en público: por un lado no saber si roncas y dar un espectáculo digno de las focas del delfinario; y por otro lado, esa desagradable babilla que resbala por la comisura de los labios que provocará risas por doquier a tus compañeros de viaje.

Así que el roncar no es solo un fastidio para tu pareja, sino también para ti mismo. O bien porque provoques el divorcio o termines durmiendo en habitaciones separadas como esos matrimonios que llevan ochenta años juntos; o bien porque el ruido que generas te despierte hasta a ti mismo. A ti y a todo el vecindario. Que los hay que roncan como si fuesen un home cinema, te envuelve y te atrapa y hace que creas que estás dentro de la película; en este caso, en su habitación. “Oigo el rugido del león de la Goldwyn Mayer” “No, cariño, es el vecino del cuarto, que su cavidad nasal hace de subwoofer”. Y los tapones para los oídos son tu salvación.

Goyo Gonzalez. Enero 2.017

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