18 abril 2024

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Artículo sobre Rita Arnau Suárez, “LA ENCALAORA” reconocido personaje de Isla Cristina

Artículo sobre Rita Arnau Suárez, “LA ENCALAORA” reconocido personaje de Isla Cristina

rita-arnau-alrededor-de-sus-18-anosRITA “LA ENCALAORA”, MITO O REALIDAD

En todos los lugares corren dichos o refrenillos de personas o hechos que con el paso de los años se va diluyendo, corriéndose el riesgo de convertirse en mito, si no se rescatan del olvido

En Isla Cristina a 28 de Septiembre de 2016.- En los pueblos se oyen dichos o refranes autóctonos sobre hechos o personas que se van transmitiendo de generación en generación. A veces se conocen sus orígenes y se puede atestiguar su realidad pero en otras ocasiones, la delgada línea que separa esta realidad de la ficción es tan fina, que no se podría asegurar si el hecho o persona existió o pertenece a la memoria ficticia colectiva.

Es el caso de una figura a la que en Isla Cristina se recurre cuando el trabajo encargado es grande o farragoso, y se escucha “eso lo va a hacer Rita la Encalaora”. Los más longevos saben que Rita existió y que el personaje no es de ficción, de hecho se rotuló una calle en su memoria, pero los más jóvenes no lo tienen tan claro, ni quien era, lo que hizo, de dónde viene el dicho y del por qué.

Rita Arnau Suárez fue una humilde mujer isleña que nació en 1893 en el seno de una modesta familia. Tuvo una infancia y juventud complicadas, como otras tantas mujeres que les tocó vivir épocas convulsas, rodeadas de escasez y hambrunas. Se casó con Antonio Rodríguez Felipe y tuvieron siete hijos, de los que vivieron cinco varones y una hembra. Enviudó joven, viéndose obligada a intensificar su trabajo en labores de limpieza y ”encalijos” de hogares particulares, donde la contrataban “porque era muy limpia, trabajadora y alegre”. Y es que Rita, además de trabajar duramente, lo hacía con gracia y desparpajo, canturreando letrillas de otros o propias, contando chistes y chascarrillos con gracejo que le valían como reclamo “para volver a ser llamada”.

Como recuerda una de sus sobrinas, Vicenta Jiménez Arnau, de 84 años, “mi tía fue una persona buena y caritativa, muy activa para trabajar, cuidaba mucho de sus hijos porque se le murió el marido joven, le ayudaba su hija Matilde, que se quedaba al encargo de sus hermanos mientras ella trabajaba”. Rita, casi siempre de riguroso luto, salía de su casa al alba y regresaba de noche, “si podía hacía el almuerzo y volvía al trabajo”, recuerda su sobrina, “vivían en dos habitaciones del Patio del Gallego”, ahora calle Baja.

Rita no solo le trabajaba a familias pudientes, también a otras más modestas, “porque si en una casa no podían hacer la limpieza, llamaban a mi tía”, recuerda Vicenta, “y todo para sacar adelante a sus hijos, a quienes quiso mucho”. Nunca la escasez fue excusa para desatenderlos, Rita se las ingeniaba para comprarle ropa y zapatillas, “si no podía dos pares, compraba uno y más adelante otro”.

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Sus más allegados recuerdan que cada noche llegaba muy cansada “y se quejaba, sobre todo de la espalda”, no en vano su rutina diaria no bajaba de las doce horas de intenso trabajo, “llegaba a casa muerta”, recuerdan “pero siempre sacaba tiempo para contarnos un chiste, recitarnos poesía, un cuento o letras que a ella se le ocurrían”. Y esa misma inventiva se la transmitió a algunos de sus hijos, “Pedrucho contaba chistes, Matilde recitaba sus poesías, Antoñú y Manolo cantaban saetas y Enrique canciones de carnaval que ella misma les escribía”, rememora Vicenta, como para la murga “La Escuela Moderna” (1933), que años después rescataría el coro “De Antaño” o aquel pasodoble de Horacio Noguera que la recordaba, entonces cantado por la comparsa “Los Mendigos” (1982).

Otro de los que la recuerdan, aunque vagamente, es su nieto de mayor edad, Manuel Rodríguez López, de 69 años, quien aún guarda en su memoria un hecho, “cuando durante las Fiestas del Rosario me llevó a una atracción con espejos que se doblaban y cambiaban la figura y yo preguntándole a mi abuela que quién era el del espejo, mientras todos se reían o cuando yo estaba malo y ella me contaba chistes para alegrarme”.

Rita dejó de trabajar mayor, pasados los sesenta, que para la época y lo castigado de su cuerpo era una edad avanzada. Fueron sus hijos quienes la ayudaron después, cuando ya no pudo seguir trabajando. Murió a los 88 años (1982) en la ciudad portuguesa de Olhao, a donde se trasladó con su hija Matilde cuando enfermó, aunque sus restos descansan en el cementerio isleño.

Rita Arnau Suárez, una luchadora que pasó a la historia local por su esfuerzo, dedicación y sacrificio hacia su familia, como otras tantas mujeres que trabajaron sin descanso en tiempos realmente complicados.

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